San Martín pudo haber sacado la diferencia apoyado en el milagro de alguno de sus escasas oportunidades. Independiente lo pudo haber hecho en la travesura de sus chances. Pero ninguno pudo. Y la tarde, que empezó ventosa y seminublada, terminó no sólo fría sino que hasta lluviosa. Será entonces que el partido servirá sólo para las estadísticas, porque lo que dieron estos dos equipos que tienen pretensiones de volver a Primera División se diluyó en 90 minutos de poco fútbol.
Que lástima, porque el Pueblo Viejo llenó la popular como en las mejores tardes de Primera. Y hasta cantó bajo la lluvia. Pero la esperanza que tuvo en el nacimiento del choque se fue diluyendo a medida que se desarrolló el partido.
Desde el principio quedó en claro que el Verdinegro era el que estaba obligado a ir para adelante. Y lo hizo. Por momentos tocando bien y, en otros, confundiendo los caminos apropiados. Como por ejemplo, el no aprovechar que tenía el viento a favor para tirar más seguido desde lejos. El Rojo, a todo esto, hizo gala de su orden y obediencia, haciendo pasar toda pelota ofensiva por el intuitivo del Rolfi Montenegro. Pero sin profundidad en los metros finales. ¿Chances? Escasas. Para la visita sólo un tiro de Miranda desviado. Y para el local un gol anulado a Caprari.
Encima, en el complemento, la intensidad con la que habían jugado empezó a pasar factura en las piernas. El ritmo decayó y las imprecisiones abundaron. Alvarez lo tuvo con un tiro rasante y Quiroga con uno alto. Enfrente Ardente tapó dos pelotazos (a Zapata y a Miranda). Nada más. 0-0 y ambos a replantear el futuro.
Diario de Cuyo.
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