viernes, 10 de mayo de 2013
Gonzalo Muñóz, la Pulguita de Instituto
Por Hernan Laurino.
Gonzalo Muñóz está apoyado contra un palo de uno de los arcos de la cancha que se ubica al costado del ingreso al predio de La Agustina.
Nico, el fotógrafo de Día a Día, termina de hacerle las fotos que acompañan a ésta nota. "Mirá acá, sonreí. Acá, ahí está. Excelente, Gonzalo. Ésa es la foto".
No te pierdas la galería de fotos.
Atrás del alambrado, cinco pibitos, también jugadores de las inferiores de la Gloria, toman agua de uno de los bebederos para pelearle a la acalorada tarde de mayo, pos práctica.
"Che, loco... ¿Por qué le sacan fotos? ¿Qué clase es?", preguntan. "Clase '97. Tiene 15 años", responde el cronista. "¡¡¡Qué!!! ¿15 años tiene?... Es un enano", se ríen entre ellos. Y sí, los adolescentes pueden ser crueles.
Gonzalo Muñóz ya sabe de qué se trata. Ni los mira. Y camina mansito con sus 137 centímetros hacia donde está su viejo Fabián, que le pasa la palma de la mano derecha sobre la cabecita.
Gonzalo Muñóz es un pibe más entre los casi 700 que entrenan cada día en el predio camino a Jesús María. Es uno más, pero no lo es.
Gonzalo tiene 15 años. Es de barrio Poeta Lugones. Y es hijo de Fabián, chofer de larga distancia, y María Celeste. También hermano de María Florencia (17) y María Candela (13).
Antes de llegar a la Gloria jugó en el equipo del CPC Monseñor Pablo Cabrera. También en Belgrano y Huracán de barrio La France.
Y hace tres que llegó al Albirrojo, después de pasar una rigurosa prueba. Donde su altura, claro, no fue un tema menor. En el medio, estuvo dos años sin jugar. Aunque todos le veían condiciones, nunca terminaban de darle confianza. Y la Pulguita se cansó. Hasta que apareció Instituto.
"Gonzalo es un caradura. Así como lo ves, va siempre al frente. Él quiere ser jugador de fútbol y no le tiembla nada por jugar contra chicos más grandes que él. Vos te dás cuenta lo que es al lado de los otros. Pero él, nada. Gambetea y va para adelante", dice su viejo, que desde hace 8 meses está con carpeta médica luego de un fuerte accidente, mientras viajaba como acompañante de chofer, cerca de Armstrong, Santa Fe.
"Me quedé acá porque todavía me quedan algunas deudas. Por eso me dejó el Barba", se ríe Fabián, hincha de la T, que renguea feo producto de ese episodio.
"Por lo menos me da este tiempo libre para acompañar a Gonzalo todo lo que puedo", dice.
Gonzalo, o la Pulguita como lo conocen todos en el predio La Agustina, juega en la 5ª División de la Gloria en Liga Cordobesa, que dirige Jorge Copetti. Es zurdo. Delantero. Gambeteador. Y trata de copiar cada movimiento de su gran ídolo: Lionel Messi.
Con la Pulga no sólo comparte el apodo y la pierna hábil. También tiene su misma enfermedad: deficiencia en la hormona de crecimiento.
"Buscamos por todos lados. Nutricionistas, pediatras, de todo. Pero finalmente nos dimos con que tenía el mismo problema de Messi", asegura su padre. Fue en junio del año pasado.
Gonza tiene 15 años, pero la estructura ócea de un chico de 13. O menos. Algo que salta a la vista al lado de sus compañeros. No sólo de fútbol, sino de la vida.
"En el barrio se junta con chicos más chicos. Pero él no se acobarda. Ha aprendido a lucharla así", agrega Fabián.
Luego de una larga batalla en escritorios y tras un juicio con la obra social Ostig (Trabajadores del Gas), consiguieron la cobertura total para el tratamiento, que puede durar hasta cinco años.
Por eso, Gonzalo comenzó desde hace cinco meses a inyectarse todos los días en las piernas o en los bracitos las vacunas que intentan despertar sus hormonas de crecimiento.
En dinero, la familia estima que las tres vacunas cuestan 10 mil dólares. Instituto no aporta dinero en su tratamiento.
La buena noticia es que en los últimos tres meses creció cuatro centímetros. Y los estudios de evolución que le realizan cada 90 días prometen mejores noticias. Algo que entusiasmó al pibe.
Mucho tiene que ver la doctora Gabriela Minetti, quien lo atiende y lo contiene en la Clínica de la Familia.
Pelea diaria. Su familia cuenta que la Pulguita es un buen alumno que transita el cuarto año en el Colegio El Salvador.
"Aunque ahora me trajo una libreta bastante fea. Pero me prometió que va a mejorar. Es un chico responsable y se cuida mucho. Los sábados a la noche lo vienen a buscar los amigos y no sale. 'Si saben que tengo que jugar', les responde", cuenta Fabián.
Mientras tanto, la pelea duro por tener un lugar en su categoría en Instituto, con la que entrena tres veces a la semana y juega los domingos.
Generalmente, ingresa en los segundos tiempos. Y, en ocasiones, con un chispazo de su talento alcanza para definir un partido, como lo fue hace un par de fechas ante Villa Azalais. Metió un golazo para ganar y lo festejó junto a su abuelo Antonio, que lo seguía detrás del alambrado.
Su deseo es jugar más, pero lo cuidan mucho de las patadas y los golpes que pueda recibir. De todos modos, es tranquilizadora la protección que recibe de sus compañeros. Siempre atentos que nadie se pase de la raya contra Gonzalo.
Pero la Pulguita ya está acostumbrado a recibir golpes. Adentro, y también afuera de la cancha. "Muchas veces escucho a padres de otros chicos que le gritan: 'Quebralo al enano de mierda ese'... Uno no puede hacer nada", dice el papá.
"Yo no lo presiono a Gonzalo ni estoy encima de él. Lo ayudo en todo lo que puedo. Me importa su salud. Si con el fútbol cumple su sueño de jugar en Instituto, mejor. Pero lo más importante es su desarrollo. Nuestra lucha es su salud. Él tiene garra y fuerza, le mete y va para adelante", agrega Fabián.
Su viejo se ríe de las noviecitas que trae la Pulguita a casa: "Así como lo ves, anda con unas pibas grandotas, altas... Es ganador el loco".
Gonzalo habla poco. Apenas levanta la vista y se peina el flequillo hacia la derecha. Pero en sus ojos pícaros se adivina que a la noche, cuando duerme después de colocarse las vacunas, sueña que crece.
Que esas piernitas se estiran dos o tres centímetros más. Que los músculos se expanden.
"Yo lucho porque mi sueño es llegar a ser jugador de fútbol. Pero este problema no me impide eso", dice con firmeza. Y no se quiere olvidar de todas las personas que lo bancan.
"Quiero saludar a todos mis compañeros de la 5ª que me ayudan un montón. Los quiero mucho. También mi papá y mi mamá, que me apoyan y están ahí... A los profes, Jere, Copetti y Facu. Y también al Negro Beto, el utilero. Que es un groso y me presta la ropa siempre", se ríe.
"Estamos jugando el torneo de la Liga. Vamos terceros a cuatro puntos del primero. Nos está yendo bien. Mi ídolo es Messi. Yo tengo la misma enfermedad que él. Ahora con el tratamiento, desde diciembre hasta abril me vengo inyectando y crecí cuatro centímetros. Me inyecto todas las noches en los pies o en los brazos. Ya me acostumbré y no me duele tanto... Aunque sí duele un poquito", dice la Pulguita, mientras deja la mochila contra el alambrado.
Por allá vienen sus compañeros y el DT Copetti. La Pulguita se une al trote general. Y, claro, parece que fuera de otra categoría.
"Se nota la diferencia, pero cuando entra a la cancha el que hace la diferencia es él", dice la gente que suele verlo jugar en el predio.
"Gracias a Dios ahora está siendo tratado y con muy buenos resultados. La viene peleando y la está luchando. Esperemos que llegue. Es su sueño", cierra su viejo, mientras fuma otro Parliament y lo pispea de lejos mientras entrena.
Gonzalo corre tras la pelota y le enseña a crecer a todos los demás. Es cierto: los sueños pueden medir 137 centímetros. Y, de todas formas, ser enormes.
La enfermedad "de Messi"
Según Wikipedia, la deficiencia de la hormona de crecimiento es un trastorno clínico causado por la producción inadecuada de la hormona de crecimiento, que afecta tanto a niños como adultos.
Muchas de las causas de la aparición de una deficiencia de la hormona de crecimiento son desconocidas.
El trastorno afecta aproximadamente 1 de cada 4.000 niños y puede que sea difícil de distinguir de otras causas de retardo de crecimiento infantil.
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