Miguel Russo está en su hábitat natural. Saluda a los empleados del Hotel Presidente con la familiaridad de un viejo conocido. Se lo ve tranquilo y contento. "Estamos en un lindo lío", resume. Ante la búsqueda de nombres propios pide "paciencia", y agrega: "Llegué anoche (domingo) y estuve hasta las tres de la mañana leyendo desempeños de jugadores". En el ida y vuelta de la entrevista con Ovación imprime otra frase para darle una vuelta de tuerca más a su historia compartida con los canallas. Cuando se lo consulta si dirigir en la B Nacional representa un retroceso en su recorrido como técnico, contesta tajante: "Es Central". Y enseguida remata: "Un grande en un mal momento, sólo eso".
—La última vez que estuviste, tras la decepción que te llevaste con el presidente Horacio Usandizaga, dijiste que sería muy difícil que volvieras. Pero hoy estás acá, en el mismo hotel y otra vez como técnico de Central.
—Siempre estamos en este hotel (se ríe) y hablando de Central. En aquella ocasión habíamos terminado un emprendimiento muy difícil que fue dejar a Central en primera división, y aquella vez padecimos mucho esos más de dos meses, pero me fui con la satisfacción de haber cumplido el objetivo. La verdad es que no pensaba volver a dirigir a Central, pero los caminos se cruzaron una vez más y uno a esta altura ya toma decisiones que tienen que ver más con la familia, porque si bien tuve y tenía propuestas para trabajar todas eran de afuera, y la idea era quedarme en el país. El nacimiento de mi primer nieto también es algo que me movilizó y en ese sentido mi hija fue la primera que estuvo de acuerdo con que regresara a Central cuando me hicieron la propuesta. Lo que pasa es que en gran parte de mi vida estuve lejos de mi familia por el trabajo y es algo que ahora decidí revertir.
—Esta respuesta que das es desde lo personal. ¿La última experiencia que viviste en Estudiantes, que no fue buena, te llevó a replantearte algunas cosas como técnico?
—Sí, es más, luego de eso hice un análisis muy profundo de muchísimas cosas porque uno no pasa por la vida sin hacer autocríticas o revisar algunos aspectos. Lo más importante es comprender que uno es un ser humano y puede estar en momentos mejores o peores que otros. A veces uno cree que está siempre bien y no es así.
—¿Y ahora cómo estás?
—La verdad, muy tranquilo.
—¿Para un técnico de tu trayectoria dirigir en la B Nacional es también como descender?
—Es Central al que voy a dirigir. ¿Alguien tiene acaso dudas aún de la grandeza de este club, de su gente, de lo que representa para el fútbol argentino? No me preocupa que piensen que soy un técnico que trabaja en la B Nacional, sólo me alcanza con que vean que soy el técnico de Central. Dirigí a Estudiantes en el ascenso con todo lo que eso representaba tras cinco años con Lanús, y en ese momento le dije que no a Racing cuando me vino a buscar Destéfano. Yo tomo este tipo de decisiones porque en mi vida hago lo que me gusta, lo que siento y lo que creo que puedo concretar. Después cada uno opinará lo que quiera, porque esto es fútbol, estoy metido en un sistema, donde se habla mucho y se demuestra poco. Por respetar mis convicciones le dije que no dos veces a Boca, y mis amigos me decían que era un loco porque no me iban a llamar nunca más, y terminé dirigiendo Boca y ganando la Libertadores. Desde afuera se pueden ver cosas que no son, porque están dentro de uno. Vine a Central ante una posibilidad de trabajo porque me gusta el club, lo conozco muy bien, me gusta la ciudad, estoy contento y cómodo por todo eso. Sé que es difícil, y la verdad es que no mido si arriesgo o no. Mis amigos me hablan del prestigio, de los costos. No me importa, hay veces que uno necesita ser uno mismo.
—¿Hablás como si Rosario fue-ra tu lugar en el mundo?
—No, mi lu- gar en el mun- do es mi fami lia, mi gente. Rosario es una ciudad en la que tengo mi hijo, tengo muchísimos amigos, pero no mezclo. Estoy ante una responsabilidad inmensa y ante una situación complicada, como siempre que me tocó venir a Central. La primera vez en el 97 había que sacar muchos puntos, en el 2002 ni hablar, donde hicimos un torneo de 37 puntos y nos salvamos en la anteúltima fecha del descenso. Para qué vamos a recordar el 2009. Las situaciones que me tocaron siempre de una manera u otra había que rendir y sacar las cosas adelante.
—¿Esto te lo planteás como ascenso o fracaso, no hay otra?
—(se ríe) Y... tengo una sola carta, cómo me lo voy a plantear. Ahora se trata de pensar la mejor manera para jugarla bien.
—¿Te irrita que se diga que los dirigentes no le renovaron a Pizzi porque ya habían cerrado tu contratación de antemano?
—Reitero, en el fútbol siempre se dicen muchas cosas, pero no me molestan, porque tengo en claro mi proceder y los que me conocen saben que respeto mucho a mis pares. ¿Pero cuál es la intención? ¿Demostrar que uno no es honesto? Bueno, que lo sigan intentando, me tiene sin cuidado. Tengo una trayectoria en la cual van a encontrar las respuestas sobre cómo me manejo.
—¿Será un equipo típico de los que armás, con enganche?
—Primero vamos a terminar de evaluar el plantel, estoy revisando la campaña anterior, que fue importante, pero ver qué pasó, cómo se ganó, cómo se perdió, cómo se jugó. Por supuesto tengo un concepto general, pero aquí hay que meterse en lo profundo. Por eso respondo que antes de proponer renovar préstamos o buscar refuerzos hay que leer los informes médicos y físicos. No puedo juzgar por qué Central no ascendió, porque no tengo los elementos desde adentro, pero sí puedo afirmar que el trabajo de Pizzi fue bueno. Hay que tener en cuenta que fue un torneo atípico, porque difícilmente el que viene sea igual, con cuatro equipos superando la línea de los 68 puntos. No creo que se repita que cuatro equipos se corten como River, Instituto, Quilmes y Central.
—¿Qué diferencia hay entre el fútbol de la B Nacional y el de la primera División?
—Algunos dicen que las distancias se acortaron y otros dicen que no. El problema es el fútbol en general, intentás jugar en algún momento o te resignás a no intentar nunca. El problema es una brecha generacional porque la maduración de los chicos es cada vez más tardía. El último jugador que pude poner en primera a los 18 años fue Eber Banegas. Y si empiezo a contar hay muy pocos que aparecieron en primera división a los 18. Ya a los 19 o 20 se van a Europa. A partir de este escenario nos debemos acomodar todos y replantear la cosa. Antes la primera era el espejo y todos los demás se reflejaban ahí, pero ahora hay que ver en el medio, en la formación de los juveniles. Y ahí considero que existe una brecha muy grande. Debemos reflexionaro al respecto.
—¿Para jugar en la B Nacional hay que apostar por jugadores que conozcan la categoría?
—El fútbol es tan lindo que no hay una receta ni una fórmula mágica para garantizar el logro. Se necesitan jugadores que jueguen.
—¿Vas a jugar con enganche?
—Hay que buscarlo. Hoy el fútbol es por afuera y uno que rompa por el medio. Hay que tener mucho juego por los costados. Y uno o dos que hagan goles. Todo eso hay que buscar.
—¿Ya están en la búsqueda?
—Desde ahora, pero ojo que escuché y leí nombre de jugadores que nunca pasaron por mi cabeza. Dijeron que voy a traer a Teo Gutiérrez y pregunto: ¿Por qué lo voy a traer? Que lo haya dirigido no tiene nada que ver, ése es sólo un elemento, pero hay otros, porque yo conozco el club, su economía, y por ahí soy el primero que dice que no a Teo.
—¿Además no es fácil seducir a un jugador a que milite en el torneo de ascenso?
—No crean, miren que acá el que seduce es Central. Ojo con eso porque se pueden sorprender.
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