Fue un nuevo llamado de atención. Lejos en el tiempo parece haber quedado el auspicioso debut en Villa María ante Alumni y las visitas de Maipú y Desamparados dejaron para Estudiantes más dudas que certezas.
Un punto sobre seis, una cosecha demasiado pobre en un torneo en el que, se sabe, hacerse fuerte de local es una condición indispensable. Es cierto que el camino por recorrer es demasiado largo y la historia recién comienza, pero no caben dudas que la performance de estos dos partidos abrieron una serie de interrogantes que el tiempo se encargará de dilucidarlos.
“No jugamos a nada”, se escuchaba por lo bajo cuando la derrota ante los sanjuaninos no tenía vuelta atrás. La pregunta, entonces, se cae de madura. ¿A qué juega Estudiantes? Al momento de analizar lo que dejó el último partido, es indudable que el “celeste” careció de ideas, aunque para explicar los porqués de este déficit resulta necesario realizar una lectura más profunda.
Como cualquier equipo, Estudiantes tiene un libreto y una concepción futbolística que respeta a rajatabla. A partir de la tenencia de la pelota, el equipo de Hugo Mattea intenta ejercer una supremacía sobre su rival de turno, amén que la movida -resultados mediantes- hasta ahora no dio sus frutos.
Lo consiguió ante Alumni y los tres puntos vinieron para Río Cuarto, con Maipú lo intentó de a ratos y recién en tiempo de descuento, a esa altura con dos jugadores más, pudo rescatar un empate. Algo similar pasó el domingo con Desamparados, aunque esta vez la suerte le fue esquiva y se quedó con las manos vacías.
A simple vista, y más allá que son once los que entran a la cancha, la principal falencia parece estar en la mitad de la cancha, en especial en los encargados de generar los circuitos futbolísticos del equipo.
Aimar sigue sin encontrar su mejor nivel y el equipo lo siente; López la tiene y la pisa con mucho criterio, pero no logra gravitar; contra Desamparados tuvo su chance Puñet pero no pudo repetir lo bueno que había mostrado en los dos primeros partidos. Así, todo queda librado a lo que pueda hacer Sebastián Pérez, que cumple cuando distribuye hacia atrás o a los costados, pero le cuesta más cuando se decide buscar a los de arriba.
Claro que no sería acertado responsabilizar únicamente a los volantes, teniendo en cuenta que hay otros jugadores que le puedan aportar variantes en ataque al equipo, más allá que por el momento eso todavía no ocurrió.
La proyección de los laterales sin dudas que es una buena alternativa. De los elegidos por Mattea, Álvaro Rodríguez es quien tiene mayor vocación ofensiva, pero quedó en evidencia que le cuesta terminar las jugadas y así sus buenos avances se diluyen mayoritariamente en centros defectuosos.
Hubo falencias y también carencias, pero tampoco es para dramatizar más de la cuenta. Quedó en claro que, por momentos, Estudiantes es un equipo previsible, un equipo que deja de serlo cuando no encuentra los espacios para desplegar su juego.
Recién pasaron tres partidos y hay mucho camino por recorrer y también mucho tiempo para ensayar variantes, potenciar virtudes y corregir errores. El trabajo cotidiano, la mano del entrenador y la capacidad de los jugadores serán determinantes para intentar torcer una historia que, al menos en los dos partidos que jugó de local, no fue la esperada.Info El Puntal.
Un punto sobre seis, una cosecha demasiado pobre en un torneo en el que, se sabe, hacerse fuerte de local es una condición indispensable. Es cierto que el camino por recorrer es demasiado largo y la historia recién comienza, pero no caben dudas que la performance de estos dos partidos abrieron una serie de interrogantes que el tiempo se encargará de dilucidarlos.
“No jugamos a nada”, se escuchaba por lo bajo cuando la derrota ante los sanjuaninos no tenía vuelta atrás. La pregunta, entonces, se cae de madura. ¿A qué juega Estudiantes? Al momento de analizar lo que dejó el último partido, es indudable que el “celeste” careció de ideas, aunque para explicar los porqués de este déficit resulta necesario realizar una lectura más profunda.
Como cualquier equipo, Estudiantes tiene un libreto y una concepción futbolística que respeta a rajatabla. A partir de la tenencia de la pelota, el equipo de Hugo Mattea intenta ejercer una supremacía sobre su rival de turno, amén que la movida -resultados mediantes- hasta ahora no dio sus frutos.
Lo consiguió ante Alumni y los tres puntos vinieron para Río Cuarto, con Maipú lo intentó de a ratos y recién en tiempo de descuento, a esa altura con dos jugadores más, pudo rescatar un empate. Algo similar pasó el domingo con Desamparados, aunque esta vez la suerte le fue esquiva y se quedó con las manos vacías.
A simple vista, y más allá que son once los que entran a la cancha, la principal falencia parece estar en la mitad de la cancha, en especial en los encargados de generar los circuitos futbolísticos del equipo.
Aimar sigue sin encontrar su mejor nivel y el equipo lo siente; López la tiene y la pisa con mucho criterio, pero no logra gravitar; contra Desamparados tuvo su chance Puñet pero no pudo repetir lo bueno que había mostrado en los dos primeros partidos. Así, todo queda librado a lo que pueda hacer Sebastián Pérez, que cumple cuando distribuye hacia atrás o a los costados, pero le cuesta más cuando se decide buscar a los de arriba.
Claro que no sería acertado responsabilizar únicamente a los volantes, teniendo en cuenta que hay otros jugadores que le puedan aportar variantes en ataque al equipo, más allá que por el momento eso todavía no ocurrió.
La proyección de los laterales sin dudas que es una buena alternativa. De los elegidos por Mattea, Álvaro Rodríguez es quien tiene mayor vocación ofensiva, pero quedó en evidencia que le cuesta terminar las jugadas y así sus buenos avances se diluyen mayoritariamente en centros defectuosos.
Hubo falencias y también carencias, pero tampoco es para dramatizar más de la cuenta. Quedó en claro que, por momentos, Estudiantes es un equipo previsible, un equipo que deja de serlo cuando no encuentra los espacios para desplegar su juego.
Recién pasaron tres partidos y hay mucho camino por recorrer y también mucho tiempo para ensayar variantes, potenciar virtudes y corregir errores. El trabajo cotidiano, la mano del entrenador y la capacidad de los jugadores serán determinantes para intentar torcer una historia que, al menos en los dos partidos que jugó de local, no fue la esperada.Info El Puntal.
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