Sentimientos de distintos colores marcaron la mañana de Carlos Roldán. En un extremo de su pecho se instaló el dolor y la frustración, por tener que dejar su lugar al frente de San Martín debido a la nube de resultados adversos que se instaló sobre La Ciudadela; en el otro rincón, el calor y el afecto de los jugadores, los utileros y la comisión directiva, y la tranquilidad de haber dejado todo en la cancha, buscando lo mejor para el "santo", según sus convicciones. En una despedida muy emotiva, que se reflejó en sus húmedas pupilas, los que hasta ayer fueron sus guerreros le rindieron tributo y destacaron su persona por sobre su profesión. Una salida afectuosa que dejó las puertas abiertas. Un adiós con sabor a hasta pronto. LA GACETA
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