¿Cuánto daño se puede provocar en un club en menos de una década? Mucho. Y aún lo pueden lastimar mucho más si no se entiende que no se trata de los unos o los otros, sino de todos.Jueves 14 de junio de 2001. Rosario Central jugaba uno de los partidos más importantes de su historia. Fue el cotejo revancha ante Cruz Azul por las semifinales de la Copa Libertadores. Un empate lo dejaba eliminado y allí se terminaba el ciclo más productivo en el conjunto canalla en las últimas dos décadas. Fue el último partido de Edgardo Bauza como entrenador.Lunes 13 de junio de 2011. Rosario Central pierde ante Aldosivi en el último partido en el Gigante tras el primer año en la B Nacional. Que lejos de terminar, continúa. Y así configura el peor ciclo de la historia futbolística canalla.Algunos sostendrán que fue la fatalidad. Otros echarán culpas por doquier sin hacerse cargo de su propia responsabilidad. Los menos imaginarán un complot planetario contra Central. Pero no. Esta realidad no es producto de la casualidad. Hay causalidades. Y muchas. Desde el revanchismo político, el festejo de una convocatoria para enmascarar la falta de algún proyecto financiero, la firma de un contrato leonino con la empresa Squadra, la llegada de una firma llamada Wam para montar una campaña de marketing con afiches invitando a ir al Gigante y parlantes en el estadio, con el copamiento de las inferiores cuyos costos aún se están pagando, con elecciones de dudosa legitimidad, con la atomización incentivada desde foros en la web con desprestigio para todos, con personajes pasando de la oposición al oficialismo y viceversa con un vértigo increíble. Al extremo de llegar a una intervención judicial. Y después Horacio Usandizaga. Otra vez con marchas y contramarchas provocadas por un fundamentalismo inconducente que tuvo como protagonistas a cultores de la ignorancia autoritaria. Y tantos otros dislates de interminable descripción.Claro que también esta somera síntesis puede hacerse con las frases de los hacedores del peor momento canalla. “Los mediocres son reemplazables”. “Este el técnico campeón”. “Russo y Bauza eran muy caros”. “Vamos con los pibes”. “Los voy a matar a todos estos hijo de p...”. Y muchas más.La precariedad dirigencial generó una inestabilidad institucional que derivó como lógica consecuencia en la degradación futbolística. Y con esta historia de varios años cabe una pregunta que se responde por sí sola: ¿Cómo no se iba a ir al descenso Central? Que no será la muerte, pero se le parece bastante.Pero la agonía para los centralistas continúa. Porque es indudable que la política futbolística en el último año también fracasó. Norberto Speciale lejos estuvo de devolver el equipo a primera por la autopista que prometió y Gonzalo Belloso más lejos estuvo aún de lograr el plantel competitivo que aseguró. Y no por falta de fondos, sino por ausencia de planificación y quizás idoneidad de quienes se encargan del fútbol en nombre del club. Porque tras las torpezas cometidas, se llegó a la contratación de Omar Palma no por valoración sino por decantación, pensando que por tratarse de un ídolo soportaría tanta improvisación. Sin embargo, al poco tiempo de buscarlo lo descuidan, lo precarizan, cuestionan sus formas, su inexperiencia como técnico, se mofan de sus colaboradores en charlas con la prensa y hasta filtran los nombres de las hipotéticas incorporaciones.Esto es Central. Con oficialismos que no gobernaron bien y con oposiciones oportunistas. Porque si hay algo que quedó claro, que en la política canalla para un centralista no hay nada peor que otro centralista. Y así están.Es difícil imaginar qué dirán hoy aquellos que criticaban la realidad canalla hace una década a través de la web. Los que pedían la salida de Bauza por no haber ganado un clásico, el mismo clásico que hoy ya no juegan. Tal vez utilicen los argumentos inconsistentes de otrora. Pero en una década la realidad es diametralmente opuesta. Tanto que para hablar de aquél momento hay que decir: “Esto fue Central...La Capital.
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