A esta altura, pedir o rezar por un milagro suena tan fuera de contexto como una invasión del séptimo arte de Hollywood a las costas de 25 y Chile. Otro partido flojo, una nueva decepción. Esta dolió muchísimo más. Era, quizás, la última parada antes de que el tren y la ilusión del ascenso a Primera se escapen. No se podía perder, tampoco empatar, pero eso terminó haciendo el "decano". Cerró su presentación en cero contra un Ferro vivo para salir de contra y torpe para definir las chances creadas por Matías García. Atlético terminó siendo un alma en pena apenas sostenida por la gran tarea de Diego Barrado, el hombre de la cancha, el hombre cuyo fútbol se hizo cargo de un fierro caliente y se animó a correr con criterio buscando alguna herida para echarle sal. Casi la consiguió... El ángulo le dijo no a un riflazo en la puerta del área. Diego Armando intentó una media vuelta y le dio con alma y vida. La pelota salió escupida hacia el arco de Nereo; el rebote traicionó tanta violencia y la caprichosa volvió a negarle una sonrisa. Lástima. Hubiese sido el 1 a 0 de la resurrección, pese a que al principio de esta historia el anfitrión pudo haber fallecido sin chistar. "Oveja" entró entonado de arranque, carburó en quinta y apuró a Erroz. El cinco durmió, el rastafari ganó la pelota y se la cedió a Fernández, que pateó un adoquín a cualquier lado, cuando estaba mano a mano con Ischuk. Después volvió a surgir el apellido de García y a nacer el botín de Abán. Otro milagro local, otra pifia de un invitado atragantado de antemano de tanta oportunidad servida en la mesa. Ni el cuarto de hora había tocado la puerta del show y Ferro era un tren y Atlético un barril sin fondo de pelotazos y desorden. Pura desarticulación. El malgaste de los de Caballito era algo así como un pase libre a la suerte. De hecho, Chávez peinó y el travesaño cabeceó su intentona al córner. Después vino la de Barrado y nada. Hasta que el complemento tomó vida y el protagonismo se tiñó de celeste y blanco, salvo por una bomba de "Oveja" al travesaño. Fueron 45' de puro empuje y cero fútbol. Y con eso no alcanza.La Gaceta
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